Atrapado donde estaba no tenía noción del tiempo , sabía que habían pasado más de dos horas, no estaba seguro. Mi miedo se incrementó, pues el mar sube por la noche, y el hueco bajo la colina se inundaría. No quería pensar en eso. Durante un momento, pude observar los últimos rayos del sol, como líneas que se colaban por la abertura de la cueva, y me embargó una sensación de tranquilidad que no combinaba con la situación. El agua comenzó a entrar y a mojarme los pies. Observé mi vida pasar como un sueño frente a mis ojos, como colándose por el pico de una botella, para llegar a un lugar del que no puede salir, un lugar para ser olvidado. Que suerte que en la gaveta de mi escritorio, esrito con letra y tinta , estaba mi testamento.
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