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En el instante en el que cerró sus ojos, todo en su cabeza empezó a girar. Se sintió como en una película de
ficción. Nada era real en ese instante. Los movimientos eran entrecortados y sin sentido. Fue la primera vez que experimentó con sustancias psicotrópicas; plasmar en el papel ya no le servía para desprenderse de las penas. Se sentía
ahogado en tanta soledad, aprisionado por el silencio, a pesar de haber tenido siempre una vida
holgada. Sentía como últimamente se iba deprimiendo poco a poco ante sucesos que en otro momento le hubiesen parecido insulsos, acentuados ahora por la ausencia. Sentía como una
garra le abría el pecho en dos dejando entrar un frío abrumador y dejando al mismo tiempo salir todos los restos de algún sentimiento de amor. Quiso gritar, quiso llorar. Simplemente queriendo olvidar con cada grito y cada lágrima el verla allí, en la
tina, muriendo lento. Con la intención de recordar por siempre las
veladas madrugadoras, en las que cara a cara se dijeron “Te Amo”, en las que ella le acariciaba el
cabello, en las que rieron y fueron felices el uno junto al otro. Pensando en inventarse un final alternativo, uno que no incluyera su partida. Creer que todo hubiese sido un
sueño.
——Sonó la campanilla de la puerta, y vi como mi novia entraba a la
feria de lectura. Me sentí feliz de que ella estuviese conmigo y que el personaje de mi cuento fuese diametralmente opuesto a mí. La miré y le
sonreí.——
Adriano Alvarado
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