Con más dolor del que había sentido alguna vez en mi vida, logré abrir mis ojos. La luz roja que ví me confundió. Me quemaba los párpados, la córnea, el alma. Recordé de pronto todo lo que había pasado; el semáforo cambiando, el niño a punto de ser arrollado, y todo lo que corrí para salvar su vida antes de perder el conocimiento. Me entró una sensación de pánico. ¿Habría valido mi esfuerzo?.Sentía el movimiento de la camilla en la que me llevaban hacía la sala de operaciones. Me mareaba. Sentía la intravenosa y me escocía el brazo. Quise avisar, decirle al doctor que revisara porque algo andaba mal, no se suponía que ardiese tanto. No pude. No pude hablar, no pude gritar, no pude moverme. Estaba en una especie de trance. Catatónico. Con horror observé como el bisturí se acercaba a mi piel, me cortaba y con un dolor inimaginable que me hizo perder nuevamente la conciencia, la sangre empezaba a brotar.Todo era ahora negro. No tenía poder sobre mí. Aún cuando intenté con todas mis fuerzas moverme, girar la cabeza, no pude. Tan sólo flotaba en un espacio negro, y mi cuerpo vagaba apaciblemente aparentando una serenidad que nada tenía que ver con mi sensación de prisión.Mi cuerpo inerte empezó a moverse bruscamente y comencé a escuchar mi nombre a gritos. Abrí los ojos. Estaba tirado en el pavimento. ¿Acaso me había imaginado toda la ida al hospital? Escuché el llanto asustado del chico al que había salvado. Me quitó una gran angustia de encima, pero todavía no lograba comprender el salto en el tiempo.Escuché una sirena en el fondo, la ambulancia se acercaba. Mis ojos se cerraron y volví otra vez a la prisión negra que tanto miedo me daba. Otra vez no podía moverme y no podía gritar. Esta vez duró menos tiempo, y ya sabía lo que pasaría. Abrí los ojos y me encontraba de nuevo sentado en el mismo café, donde había estado horas antes, observando la misma gente pasar por donde ya habían pasado. Y aquel carro.Tomé mi decisión en fracciones de segundo. Corrí hacia el punto de impacto. Pero nada pasó, había intentado intervenir, cambiar una realidad que debe permanecer inmutable por los siglos de los siglos. Había leído que cualquier alteración provoca una reacción en sentido contrario. Mi intento de superhéroe me salió caro. No hubo ningun chico ésta vez. Escuché el claxon sonar y apreté mis párpados con todas mis fuerzas, cerrando mis ojos, con más dolor del que había sentido alguna vez en mi vida.
Wow!.. Es lo primero que se me viene a la mente luego de leer esta historia; La verdad escribes muy bien, y logras captar la atención hasta el punto de quedar atrapados en la historia..
ReplyDeleteEn serio felicidades, muy buena dude!