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21.11.10

Sensorial.

Las hojas secas rasgaban el suelo al ser empujadas por el viento que fluía esa noche. Unos pasos y crujidos. El viento silbaba. La respiración agitada de alguien que caminaba rápido se hacía notar por encima del silencio de la noche, negra. Sus pasos inciertos le llevaban por el oscuro camino que la luz amarilla ya no alcanzaba iluminar. Una puerta blanca adornaba la calle ciega, la presidía elegantemente. Sepias eran los tonos que abundaban detrás de lo que protegía: las paredes acogedoras de una estancia. El olor a chocolate que inundaba la habitación se hizo presente en su nariz, desprendido por velas que se consumían en silencio en las esquinas. Le esperaban en el centro del cuarto, con olores cítricos adscritos a un cuello terso y delicado. Una piel de porcelana a la cual se aferraba con toda pasión. Labio con labio, cuerpo con cuerpo, los movimientos rítmicos armoniosos conquistaron el momento. El sabor de la fusión era dulce, intenso. Labial de amante. El calor de las velas se intensificaba y les sofocaba, contrario al aire fresco de la madrugada. Las palabras fueron intercambiadas rápidamente, las miradas se hicieron pesadas. Una puerta blanca se abría hacia un nuevo camino, iluminado tenuemente con una luz amarilla. Los pasos de alguien resonaban por la calle oscura, llena de hojas secas que rasgaban el suelo.

Adriano Alvarado Tamaríz.

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