Se siente. Se siente en el aire, en el frío, en la gente. Hoy es un día diferente. Pienso que tal vez estoy dejándome llevar por el cambio de clima. El invierno nunca ha sido mi época favorita del año; me encierra contra mi voluntad en el apartamento y me hace un gran daño a nivel físico. Sin embargo, hay algo con respecto a este específico día de invierno que me causa unas náuseas terribles. Decido ignorarlo y entro al carro, esperando llegar pronto a casa y estar contigo finalmente.
En la vía, me detengo en una panadería. Posiblemente llevar algún postre para compartir aliviaría mis nervios inexplicables.
Llego a la casa y te abrazo, sintiendo tu aroma que me hace sentir bajo protección, y lo siento. Vuelvo a sentir que todo está diferente hoy. Te miro a los ojos y comprendo que no es sólo un sentimiento. Es una realidad. -“Siéntate”- me dices –“hay algo que debo decirte”-. Lo que en la mañana fue una sensación, ahora se convierte en un verdadero terror. Siento que quiero preguntar cosas que no logro estructurar, mi mente es un reflejo de la nada. Y justo en el momento en el que comienzo a respirar, las dices. Las cuatro palabras me rasgan el alma. –“Me voy a morir”-. Me siento caer en un vacío negro…
Desperté. Mis sábanas me ayudaron a darme cuenta de que nada de lo que viví fue real. Me angustió terriblemente aquel sueño en el que todo se narraba en presente. La respiración agitada que sentía pasar por mi nariz se calmó poco a poco. La luz de la luna me iluminó la cara mientras la luz del sol lamía mis manos con una suavidad increíble. Volar por los aires era
una sensación muy extraña. Me hacía darme cuenta de lo irreal del momento. Esto era un sueño. Verte a mi lado, llorando, me hizo despertar de nuevo.
Abro los ojos. Debo de haberme desmayado. Pasan algunos segundos antes de que el recuerdo de tus palabras llegue a mi mente. Esas cuatro palabras, unidas, hacen una gran diferencia en mi vida, y pensar en tu partida se me hace imposible. Te veo, frente a mí. Lloro, lloro como nunca en mi vida he llorado. Planeo disfrutar todo el tiempo que nos queda. Te amo. Te amo inmensamente. Quiero hacértelo saber una última vez. Después, sólo queda una despedida.
Me siento en un túnel de tiempo, siento viajar, siempre hacia delante, sin detenerme a observar la vida. No me importa mucho desde que partiste.
En una silla pienso, mientras observo el ataúd que colocaron frente a mí.
![](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_ua8IHFZkxmTIgVktUPsaL1TVtah7MP0dvKIs3mjAeqQILFRzpUaStoWIeZvrcAODUnApvyPRRY8ZtGNWh6Ji2umbGbiDTy7wgFs6XXSyFCQkazSH1M9Mpdxs8A0g=s0-d)
Pienso que debo cambiar mi estilo de vida, independizarme. Debo mantenerme fuerte. Debo, pero no quiero.
Mi cuerpo clama por una caricia de tus manos, suaves, mis labios gritan desesperados por un beso. Mi alma es como una copa, y gotea poco a poco su contenido. Te bajan. Bajan tu ataúd y con él, a ti. Te alejas. Más lejos de lo que ya estabas hace unos minutos. Mi dolor es inconmensurable. Intento aguantar.
Paseo por las lápidas hasta encontrar la tuya. Me siento y te lloro. A veces te sonrío. Me engaño creyendo que estas justo a mi lado. Te engaño haciéndote creer que estoy cerca de ti. Desde ese día juego a quererte; te engaño y me engaño, cuando lo cierto es que no te tendré cerca otra vez.